Allpanchis, año XLIX, núm. 89. Arequipa, enero-junio de 2022, pp. 253-258.
ISSN impreso 0252-8835 / ISSN en línea 2708-8960
DOI: https://doi.org/10.36901/allpanchis.v49i89.1393
notas
Jürgen Golte, siempre en la memoria (1943-2021)
Doris LEÓN GABRIEL
Departamento de Antropología de las Américas - Universidad de Bonn (Bonn, Alemania)
EN PLENA CONMEMORACIÓN DEL Bicentenario de la Independencia del Perú, a la que él veía con escepticismo y le abría muchas interrogantes sobre las jerarquías y exclusiones sociales persistentes, Jürgen Golte dejó de existir terrenalmente el 29 de julio del 2021. Los aprendizajes de nuestro trabajo compartido, sus clases en las aulas sanmarquinas, su humanidad, las memorias de nuestra amistad y el impacto de su obra académica han impregnado mi quehacer antropológico desde que lo conocí, pero sin duda desde su partida me han interpelado con una fuerza dolorosa y a la vez regeneradora. Una vida tan fascinante, llena de viajes por el mundo y por el tiempo, que dio lugar a una obra prolija como la suya, no se puede resumir en pocas palabras. Pero sí se puede y se debe honrar. Quisiera evocar sus derroteros fundamentales como inspiración y motivación para crear caminos propios dentro del conocimiento de las sociedades andinas, a las que dedicó más de cincuenta años de su vida.
Golte tuvo un genuino interés y admiración por los pueblos campesinos andinos debido a sus logros culturales en organización social, conocimientos, éticas y estrategias productivas en las difíciles condiciones naturales que enfrentan para el manejo de los recursos. Ahondó en su historia porque quería entender cómo, a pesar de los grandes progresos de su pasado, las sociedades altoandinas se habían sumido en una situación de marginación y pobreza. Ese era el escenario que encontró a su llegada a Perú a mediados de los años sesenta.
En la Universidad San Marcos, ya como estudiante, realizó sus primeras investigaciones sobre comunidades campesinas en la sierra de Lima, a partir de sus cambios por la integración al mercado, pero mostrando también el histórico dinamismo de sus estructuras tradicionales, el cual comprendería como la base para su desarrollo económico. Su perspectiva histórica de larga duración, que atraviesa toda su obra, lo llevó a la etnohistoria para abordar a fondo los factores que acompañan estos desarrollos, desde las formas de producción, intercambio y organización del Estado inca, y luego prosiguió en la historia colonial para explorar el trasfondo socioeconómico de las rebeliones indígenas que culminaron en la sublevación general de Túpac Amaru en 1780, temas a los que dedicó dos tesis doctorales.1 También es importante destacar que, por esa época, debido a su formación interdisciplinaria en Altamerikanistik, que articula la etnología, historia y arqueología en las Américas, Golte tenía también amplios conocimientos sobre las sociedades mesoamericanas, sobre las que reflexionó de modo comparativo e incluso, para la obtención de su doctorado estatal, ofreció una conferencia inaugural sobre la expansión del Estado azteca.
Con un mayor entendimiento de la racionalidad de la organización andina, a partir de la década de los ochenta se sumerge en dos líneas de investigación disímiles en términos temporales, pero con la constante motivación de la historia: la iconografía precolombina, especialmente la moche, y las migraciones del campo a la ciudad. Las visibles transformaciones urbanas por las economías migrantes y la creciente expansión mercantil lo inclinaron a estudios sobre las redes étnicas en la globalización y las consecuencias sociales para la población, que se fue insertando en las ciudades mediante el autoempleo y los negocios. Posteriormente, su conocimiento y fascinación por las culturas prehispánicas llega a su obra cumbre con Moche, cosmología y sociedad (2009), que muestra su habilidad para transitar en amplios arcos temporales, pero sobre todo su profunda comprensión de las formas de pensamiento y expresión de las poblaciones andinas. Sus más recientes líneas de investigación no dejan de ser variadas, pero además articulan y actualizan temas que él ya había abordado décadas anteriores. Una podría condensarse como la socialización de las juventudes urbanas y el mundo mediático en contextos de exclusión, experiencias que les son heredadas por la generación previa que transformó el rostro de las ciudades que ahora se dinamizan con culturas digitales pero que, aun con más posibilidades de cuestionamiento de las jerarquías, persisten en ciertas formas de discriminación o en la creación de nuevas. La otra línea trata del retorno a las economías migrantes, esta vez de origen altiplánico, un grupo en particular que integra dinámicas rituales y de religiosidad andina desde donde se propagan idearios de prosperidad y liberalismo en sintonía con el mercado, pero anclados en una tradición histórica más larga en los Andes. Y aunque se trataba de estudios en progreso que no llegaron a publicarse, en sus últimos años Golte estuvo trabajando en las diferencias entre la industrialización en Europa y las limitaciones de esta en Sudamérica, a partir de sus particulares desarrollos históricos y materiales. En menor medida y por iniciativa individual, se dedicaba además a la iconografía Nasca con la misma motivación que lo condujo a entender la cosmología moche.
Sus variados intereses académicos tienen un hilo conductor, entre otros, que vale destacar por su potencial para pensar el país y sus oportunidades. Golte ahondaba en cómo la historia cultural se extiende hasta el presente como activo para la superación de nuevos retos y adversidades que, en perspectiva, estimulan formas de construcción de modernidades diversas y posibilidades de movilidad social ante la constante ineficiencia y exclusión desde las instituciones del Estado. Su obra es un intento por contribuir a la formación de una conciencia de una historia de larga duración de la población andina como condición previa para forjarse un futuro con cierta autodeterminación y emancipación social. En dicha historia, las éticas han tenido un rol especial por su capacidad para construir sociedad mediante valores, saberes y modos de relacionarse anclados y alimentados por las culturas andinas. Los resultados de sus investigaciones mostraron tempranamente que el bagaje cultural andino no solo no era un obstáculo ni se contraponía con la experiencia urbana y globalizada —como indicaba el sentido común hasta hace solo un par de décadas y que, penosamente, aún persiste en ciertas élites urbanas y discursos mediáticos—, sino que puede ser una ventaja comparativa para enfrentar sus retos y la histórica experiencia de desigualdad y dominación.
Ese derrotero básico constituye su forma de hacer antropología. En ese sentido, Golte pensaba en función de fenómenos nacionales y globales, tejiendo relaciones entre distintos procesos históricos y actuales, y comparando entre distintas sociedades o experiencias de grupos diversos dentro de la sociedad peruana. Practicaba una antropología que estimulaba la duda para cuestionar lo hasta entonces conocido; la experiencia desde donde plantearse nuevas preguntas, y la creatividad para buscar y construir conocimientos significativos. Así lo conocí como maestro en San Marcos, la universidad donde se formó y a la que siempre volvía aun con las limitaciones de una vida entre Perú y Alemania, por su convencimiento de la importancia de la universidad pública para encarar los problemas del país. Desde San Marcos y desde todas aquellas instituciones donde pudo participar, tuvo un rol de mediador que surgía de su interés por conectar mundos y tejer puentes que contribuyan a la creación y difusión de conocimientos y, al fin y al cabo, a la ampliación de nuestra comprensión sobre el mundo. Ha sido puente entre Perú y Alemania a través de generaciones de estudiantes de ambos países que transitan de uno al otro para realizar sus investigaciones y posgrados; lo ha sido también entre instituciones, universidades y regiones donde investigó y a donde lo seguían quienes querían aprender de él; y además su vida fue un ejemplo de esos puentes académicos mediante la interdisci-plinariedad, por sus investigaciones entre esas conexiones histórico-antropológicas, un ideal que mucho se repite pero poco se practica en las ciencias sociales peruanas.
No podría resaltar lo suficiente su calidad humana y su generosidad, que han influido tanto o más en mi vida que los aprendizajes intelectuales. Yo fui parte de una de sus últimas generaciones de estudiantes sanmarquinos y tuve la dicha de trabajar con él por años, hasta que su constante motivación y convicción en mi desarrollo profesional me trajeron a Alemania, Bonn, la pequeña ciudad donde tuvo su primer acercamiento académico a la etnología andina. Sus historias, contadas siempre con la gracia y sencillez que lo caracterizaba, me acompañan en mis reflexiones sobre los problemas del Perú, en el constante aprendizaje de pensar nuestro país desde las experiencias de la gente y dentro de procesos históricos más amplios que los hechos evidentes. Su luz prevalece en quienes compartimos con él su entusiasmo por conocer la complejidad del Perú y el mundo, para hacernos así un poco más libres.
2022, la autora.
Este artículo es de acceso abierto, distribuido bajo los términos y condiciones de la licencia de Creative Commons (CC BY) (https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/).
Fecha de recepción: 14 de febrero de 2022.
Fecha de aceptación: 1 de marzo de 2022.
Fecha de publicación: 1 de junio de 2022.
Allpanchis (ISSN 0252-8835, ISSN en línea 2708-8960), núm 89, 2022, pp. 253-258