Allpanchis, año XLIX, núm. 89. Arequipa, enero-junio de 2022, pp. 13-63.

ISSN impreso 0252-8835 / ISSN en línea 2708-8960 DOI: https://doi.org/10.36901/allpanchis.v49i89.1405


artículo académico


Análisis del planeamiento arquitectónico en el Horizonte Medio. Una visión desde los enclaves wari de Wiracochapampa (La Libertad) y Pikillaqta (Cusco)


Nils Ramiro SULCA HUARCAYA


Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga (Ayacucho, Perú) nils.sulca@unsch.edu.pe


Código ORCID: 0000-0002-6613-2511


Resumen


La sociedad wari (600 d. C.-1000 d. C.) reflejó un cambio sociopolítico fundamental en el territorio andino, desarrollando novedosas técnicas de planeamiento arquitectónico de gran relevancia para el entendimiento de la naturaleza de su expansión. Wiracochapampa y Pikillaqta fueron reflejo de la instalación del dominio imperial en dos extremos del territorio. La similitud del patrón arquitectónico de ambos hace pensar que habrían sido edificados por un aparato regulador, donde posiblemente se utilizaron instrumentos como modelaciones arquitectónicas en cerámica, representaciones simbólicas en textiles e incluso quipus.


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Palabras clave: urbanismo, planificación, análisis comparativo, Wiracochapampa, Pikillaqta


Analysis of architectural planning in the Middle Horizon. A view from the Wari enclaves of Wiracochapampa (La Libertad) and Pikillaqta (Cusco)


Abstract

The Wari society (600 AD-1000 AD) reflected a fundamental socio-political change in the Andean territory, developing in-novative architectural planning techniques of great relevance for understanding the nature of its expansion, Wiracochapampa and Pikillaqta, were a reflection of the installation of Imperial rule at two ends of the territory. The similarity of the architectural pattern of both, suggests that they would have been built by a regulatory apparatus, where instruments such as architectural models in ceramics, symbolic representations in textiles and even quipus were possibly used.


Keywords: urbanism, planning, comparative analysis, Wiracochapampa, Pikillaqta


Introducción


EL CONCEPTO DE «URBANISMO ANDINO» surge como resultado a las propuestas de Collier (1955), Rowe (1963) y Lumbreras (1974).1 Estos autores tomaron en cuenta las particularidades del gran territorio andino, que involucra una diversidad climática y biológica debido a la presencia de la Cordillera de los Andes. En todo este extenso territorio, complejas sociedades interactuaron con su


  1. Este trabajo se basa y desprende de la tesis de maestría sustentada en la Pontificia Universidad Católica del Perú (2019). En ese sentido, este artículo busca complejizar el análisis arquitectónico de la materialidad wari, en la medida de problematizar algunas concepciones de la cultura material frente a la nueva evidencia del registro arqueológico.


    medioambiente, donde hicieron posible distintos manejos de producción y explotación de los recursos en el marco de sus estrategias de desarrollo sociopolítico (Canziani, 2012). Los autores en el caso andino que han tenido una práctica teórica más cercana al materia-lismo histórico sugieren que existió un «urbanismo temprano» o un

    «pre-urbanismo», que se habría dado durante el Periodo Formativo (1800 a. C. - 500 a. C.) con el surgimiento de templos y centros ceremoniales. Lumbreras (2018) sugiere que, en esta época, se habrían sentado las bases para un proceso de especialización productiva y la afirmación de una nueva economía agrícola y los requerimientos sociales. Los diversos centros urbanos en los Andes manifiestan sus propias cualidades urbanas con la concentración de arquitectura pública y monumental, la cual estaba asociada con actividades especializadas que se desarrollaban dentro de las edificaciones.

    Lumbreras (1974) y Canziani (2009, 2012) categorizan de esta manera un urbanismo andino evidenciado en la construcción de grandes complejos monumentales, asociado a viviendas, almacenes y producción. Tomando en cuenta los lineamientos del materialis-mo histórico, asumen que la creación de excedentes productivos generaría la división de clases sociales, lo que motivaría el surgimiento de un Estado coercitivo y el surgimiento del fenómeno urbano. Para estos autores, la división de clases sociales y evolución de un urbanismo precoz se plasmaría en la construcción de un importante templo denominado Chavín (de 1500 a. C. a 1000 a. C.), en cuyos alrededores existían viviendas de uso doméstico y en donde la sociedad estuvo dividida en dos clases de productores: el pueblo y los sacerdotes.

    Sin embargo, y a pesar de las evidencias mencionadas, en el caso andino se sugiere que las primeras ciudades estructuradas apa-recerían durante el Intermedio Temprano y el Horizonte Medio (400 d. C. a 1000 d. C.), teniendo como base la aparición de grandes aglomeraciones y una difusión de un tipo de trazo planificado. En esta época o etapa de los primeros desarrollos regionales sur-


    gieron los «centros urbanos», los mismos que se encuentran junto a los grandes templos, como en el caso de las Huacas de Moche, en el cual se encuentran palacios, depósitos y viviendas (Canziani, 2009, 2012). Esta posición contrasta el fundamento planteado por Makowski (2012, 2016), quien indica que, desde el Precerámico, la gente vivía en zonas alejadas y dispersas, las áreas donde habitaba no excedían las 4 ha, a excepción de las capitales regionales, donde probablemente vivía la clase alta y guerrera; y las escasas zonas que sobrepasan dicha área fueron producto del crecimiento horizontal durante varias etapas, en el que se abandonaban antiguos espacios y se habitaban otros aledaños recientemente construidos. Manifestando que no existieron ciudades en los andes prehispánicos, sino que más bien respondieron a un principio «antiurbano».

    Sin embargo, el fenómeno urbano surgido en el Horizonte Medio estuvo ligado a la consolidación del Estado, representado en construcciones de uso administrativo (Isbell y McEwan, 1991). La presencia del poder o la falta de este estaría reflejada a partir de las relaciones jerárquicas y espaciales que pudieron existir entre asentamientos, teniendo en cuenta el tamaño y la diferencia formal de la arquitectura, distribuidos en diversos espacios geográficos. Esto llevaría a poder distinguir, según las características descritas, los rangos entre las capitales, centros regionales o provinciales de segundo orden, y centros administrativos locales o de tercer orden. Los diversos enclaves wari en el territorito andino, tanto en la costa, sierra y Amazonía, reflejan una innovadora forma de organización del espacio arquitectónico, que pudo ser la respuesta a una nueva organización social capaz de manejar diversos proyectos a gran escala, como el caso de canales de riego y, al mismo tiempo, un nuevo concepto de ver el mundo religioso (Isbell, 2012).

    La expansión del imperio Wari trajo una serie de cambios tecnológicos reflejados en la planificación y construcción de dos importantes asentamientos instalados a más de 3,000 m s. n. m., tanto en la parte sur y norte de lo que hoy conocemos como te-


    rritorio peruano, como son Pikillaqta y Wiracochapampa, respectivamente. De este modo, por la evidencia arquitectónica se infiere que con la expansión wari hacia el norte, las sociedades aledañas no muestran cambios en su forma de vivir o, incluso, sus estructuras no presentan significativas modificaciones, y en menor cuantía exponen rasgos de una imposición violenta. Esto también se aprecia en sociedades como Honcopampa, donde, si bien es cierto existen templos en forma de «D», los locales no transformaron su trama urbana. Esto puede explicarse en términos de que la expansión wari celebró estrategias como pactos de alianzas comerciales, esta idea se materializa por el registro del alto tráfico de objetos de circulación, entre estos los bienes suntuosos como la obsidiana proveniente de Quispicisa, Ayacucho (Burger, 2006), y el cobre proveniente del sur, de Sicuani, Cusco.

    Entonces, se proyecta la configuración de pactos y alianzas, donde los wari se expandieron en dirección norte del territorio andino, afianzándose en el conjunto denominado «El Palacio» con el propósito de ingresar hacia la costa norte, donde los moches controlaban una alta calidad de bienes rituales, producidos por diversas sociedades de la región. De esta forma, el contacto con los moches, ubicados en San José de Moro, en el valle de Jequetepeque, y en Santa Rosa de Pucalá, en el valle de Chancay-Lambayeque, se habría efectuado hacia el 800 d. C., aproximadamente. Mientras que, para el caso del sur, se observa Cerro Baúl como un límite territorial que controla gran parte de las tierras agrícolas que van a limitar con sus vecinos altiplánicos.

    Bajo esta perspectiva decidimos analizar estos importantes centros administrativos wari, debido a que se encuentran fuera de la capital ubicada en Ayacucho, que muestra la expansión de dicho Estado representada en la arquitectura monumental. Asimismo, con la comparación de los dos enclaves más importantes del Horizonte Medio, observamos las recurrencias y diferencias arquitectónicas de los elementos que se identifican al momento del análisis de estas


    estructuras. Por otro lado, es importante señalar que ambos espacios presentan abundante información que contribuye a realizar un estudio amplio y novedoso para una interpretación más detallada de la realidad y de la planificación urbana en el Horizonte Medio.


    1. El urbanismo en el Horizonte Medio


      Durante esta época (600 d. C. - 1000 d. C.) surgió una nueva forma de organización social y económica expresada en un nuevo modelo de asentamiento donde lo central o característico no serían el templo o las pirámides, sino complejos palaciegos de carácter político administrativo. El inicio de este nuevo concepto de planificación tiene sus antecedentes sociopolíticos desde el 100 d. C. - 600 d. C., con el surgimiento de la sociedad warpa, cuya capital, según sugieren Ochatoma, Cabrera y Mancilla (2015), estaría ubicada debajo de las estructuras de la misma capital Wari (sector de Vegachayuq Moqo). En los trabajos de Ochatoma, Cabrera y Mancilla se reveló evidencia de estructuras dedicadas al culto (templos), a la residencia (palacios) y espacios habitacionales de la sociedad warpa, los cuales también presentan un gran centro en Ñawimpuquio (Lumbreras, 1974; Leoni, 2000).

      Posteriormente, bajo una etapa estatal expansiva (Nash, 2012), cuyo territorio llegó por el norte hasta Cajamarca (Toohey y Chirinos, 2018) y hasta Moquegua por el sur (P. Williams, 2001; Williams y Nash, 2002; Williams e Isla, 2002), los wari planificaron y construyeron infraestructuras de usos ceremoniales, administrativos, palaciegos y de almacenamiento en gran parte del actual territorio peruano (Lumbreras, 1974, 2007; Isbell y Schreiber, 1978; P. Williams, 2001; Canziani, 2009, 2012), donde, vale subrayar, estuvieron asentados profesamente en relación a su entorno geográfico como fuentes de agua y lagunas (Glowacki y Malpass, 2003; McEwan, 2005).


      Esta sociedad modificó la concepción arquitectónica en los Andes, revolucionando de esta forma el fenómeno urbano. Esto es, en su forma típica de edificar ciudades se aprecian los espacios irregulares y cuadrículas geométricas, creando células independientes. Donde las estructuras están limitadas por muros de gran tamaño que llegan a medir de 10 a 12 metros de alto. Algunos de estos muros sirven como apoyo para el techado o cobertura de galerías paralelas (C. Williams, 2001).

      Las grandes construcciones monumentales de sitios wari, en gran parte de los Andes centrales, requirieron una mayor mano de obra que sus predecesoras ocupaciones. Los diversos materiales de construcción, especialmente la piedra pircada para la sierra, el adobe para la costa y otros componentes, requirieron de gran demanda de capital humano. Este plan tuvo que ser registrado y transmitido por un grupo de arquitectos, ya sea en grandes textiles, modelaciones en cerámicas o en quipus, los cuales portaban información necesaria para plasmar en espacios, estructuras jerarquizadas por orden del Estado centralizado. Los waris debieron enfrentarse a diferentes tipos de terreno, en algunos casos hicieron zanjas para la cimentación de aproximadamente 3 m de profundidad (Wiracochapampa); los pisos y paredes bien enlucidas de color blanco tuvieron un trabajo previo al momento de su elaboración; grandes cantidades de agua fueron transportadas a los espacios constructivos para la mezcla de diversos materiales; el transporte de madera, ichu, arena, etc. (Wiracochapampa, Pikillaqta y Wari). Ello representa un gran despliegue y organización de un Estado que mantuvo por 400 años su expansión y supervivencia en el territorio andino (Sulca, 2019, p. 41).

      Los centros administrativos se erigieron e incorporaron en zonas claves y estratégicas, donde el medioambiente jugaba un papel importante para los asentamientos que tempranamente ya estaban instalados. Las lagunas, los cerros y el paisaje fueron reapropiados en beneficio de los wari al asentarse estratégicamente en esos lu-


      gares; con ello, los antiguos ayacuchanos lograron un sofisticado manejo y control sociopolítico, toda vez que resignificaron distintas y preexistentes cosmovisiones (Sulca, 2019, p. 42).

      La imposición estratégica, tanto en el norte como en el sur, tuvo como objetivo principal subyugar o realizar pactos amicales que servirían, en primera instancia, a la recolección de productos de diversos pisos ecológicos para almacenarlos y posteriormente redistribuirlos hacia la capital y asentamientos satélites más importantes. Es así que, una red importante de caminos facilitó el transporte y circulación efectiva de dichos productos, experiencia que posteriormente los incas desarrollaron como red vial (Hyslop, 2014).

      Para los casos analizados, la unión de los componentes tanto en Wiracochapampa y Pikillaqta, resulta compleja debido a que el primer sitio no cuenta con una buena conservación, pero los accesos identificados permiten deducir que todo el conjunto estuvo controlado. La parte ceremonial se ubicaba en el centro de todo el conjunto, el patio de las kanchas jugaba un espacio primordial para ocasiones festivas de veneración a seres sagrados. No sucede del mismo modo en la capital de Wari, como tampoco lo fue durante la sociedad inca siglos más tarde. La unidad representativa del Estado en los dos enclaves se ubicaba en la parte central, al cual estaban asociados otros módulos. Desde este punto, entonces, se regían diversas normas a favor de la centralidad del Estado Wari, ubicado en Ayacucho (Sulca, 2019, pp. 42-43).

      Teniendo en cuenta un análisis general sobre la planificación urbana para el Horizonte Medio, Williams (2001, p. 79) propone que las construcciones wari cumplirían cuatro categorías formales:

      1. Los de trazos irregulares representados por la capital.

      2. Los de trazo geométrico preciso, como Pikillaqta y Wiracochapampa.


      3. Los de menor dimensión, que contienen componentes geométricos armados en conjuntos menos rígidos en cuanto al planeamiento general.

      4. Los de grandes cercados de traza rectangular y poca densidad de construcción.


    2. Discusión de urbanismo en Wari, Wiracochapampa y Piki-

      LLAQTA


      Cuando la ciudad de Wari creció exponencialmente en tamaño y población, el Estado se consolidó como tal, iniciándose una etapa expansiva, donde las conquistas y alianzas trajeron consigo la construcción de edificaciones administrativas de segundo y tercer orden jerárquico. De esta forma, para el Horizonte Medio existieron dos tipos de arquitectura (Isbell y McEwan, 1991): un nuevo estilo que se popularizó, denominado «patrón ortogonal celular» o

      «kanchas wari», como Pikillaqta, Wiracochapampa, Jincamoqo, entre otros; y, por otro lado, los sitios sin planificación de grupo patio como Conchopata, Cerro Baúl (P. Williams, 2001) y Honcopampa (Isbell, 2000). Estos últimos no presentan unidades arquitectónicas como muros perimetrales ni divisiones internas como las primeras descritas; a las que Isbell (2013) denominó «arquitectura irregular acumulativa», algunos con edificaciones en forma de «D» (Isbell, 2001, 2012, 2016).

      En el caso de la planificación y escogencia del lugar antes de construir las ciudades de Wiracochapampa y Pikillaqta, es que ambos sitios están asociados directamente con los rasgos geográficos de su entorno, como el caso de las lagunas. El sitio de Pikillaqta se asocia a la laguna de Huarcapay y Wiracochapampa a la laguna de Sausacocha. De la misma forma, ambas estructuras están próximas a dos cerros tutelares o apus: el primero, al Apu Huchuy Balcón; y el segundo, al Apu Catequil.


      Esto indica una regulación y control por parte del Estado, siendo central la idea del culto a los ancestros y a los lugares míticos de origen, sirviendo de lugar de ofrenda para las diversas familias y li-najes que se congregaban en fechas conmemorativas a ofrendar. Es justamente en algunos de estos asentamientos donde se expone la materialización de la planificación urbana, sobre las cuales basamos nuestra hipótesis central de planificación del modelo arquitectónico de dos grandes centros administrativos, como son Wiracochapampa y Pikillaqta (Sulca, 2019, pp. 68-70).

      La expansión y control de nuevas tierras se habrían generado en búsqueda de alianzas, utilizando la negociación y religión como instrumentos sociopolíticos y, en otras ocasiones, por medio de la violencia. Las evidencias de esta última anotación fueron registradas en el sitio de Conchopata, allí se identificaron algunos restos óseos con marcas de violencia (Tung, 2012) y la representación de guerreros hallados en Pikillaqta. Aunque esta idea de violencia está en permanente discusión, es importante considerar el registro arqueológico para casos de frecuencia de violencia en el Horizonte Medio tardío para las regiones de Arequipa y Moquegua, que exponen este rasgo de la expansión wari (Tung, 2012; Jennings, 2012).

      Con respecto a Wiracochapampa y Pikillaqta, McEwan (2005) ha demostrado, para el segundo caso, que el sector 4 ubicado al norte del gran asentamiento fue destinado a albergar a un gran conglomerado de personas. Asimismo, atribuye las mismas funciones a los otros conjuntos ubicados en los sectores 1 y 2. Cabe destacar que las estructuras que contenían más de un piso habrían sido habitadas en el primer nivel. Para el caso de Wiracochapampa, las estructuras habrían estado habitadas por poco tiempo debido al abandono del lugar, pero el sitio sí se mantuvo habitado (Vizconde, 2016; Vizconde, López y Pérez, 2018), contrariamente a la posición de T. Topic y J. Topic (2010), quienes sustentan que el sitio nunca fue habitado salvo por sus propios constructores.


      Sin embargo, asumimos que las estructuras construidas en forma de «D»2 durante el Horizonte Medio cumplieron la categoría de templo en una tradición que proviene desde el Intermedio Temprano con la sociedad warpa. La casta sacerdotal, conjuntamente con altos funcionarios y en presencia de mallkis, oficializó ceremonias en favor de la estabilidad religiosa del imperio. La presencia de cerámica de uso ceremonial fragmentada intencionalmente, restos óseos humanos carbonizados, material orgánico quemado y restos óseos de animales en su interior reflejan el carácter sacro de estas edificaciones. Un detalle curioso en el registro arqueológico es la ausencia de estas estructuras en los enclaves de Pikillaqta y Wiracochapampa, evidencia con la que sí cuentan los asentamientos extremos del imperio, como Cerro Baúl (Moquegua) al extremo sur, que cuenta con dos espacios en forma de «D», e Inticancha, que se encuentra al extremo nororiental, colindante con los departamentos de La Libertad, Amazonas y San Martín, nos muestra en el interior de su trama cuadrangular dos estructuras en forma de «D» (Castillo, comunicación personal). En el periodo expansivo la sociedad wari, que centralizó el poder en su capital, pudo haber enviado mitimaes desde la misma capital a diferentes lugares, con fines de consolidar y resguardar sus territorios ante cualquier atisbo de insurgencia. Otrosí, la ausencia de evidencia wari en ciertos lugares de los Andes sugieren dos posibilidades: que los wari emplearon diferentes tipos de estrategias de dominación y hegemonía en las diferentes áreas culturales, o que el imperio Wari no colindaba necesariamente con las tierras asociadas a su dominio, sino que algunos se encontraban a grandes distancias. En ambos casos es necesario profundizar aún las investigaciones, pero se recalca el carácter estatal de Wiracocha-


  2. Este tipo de estructuras se ubican dentro de la capital Wari en sectores como Vegachayoq-Moqo, Monqa Chayoq, Conchopata (Ayacucho), Ñawimpuquio (Ayacucho), Cerro Baúl (Moquegua), Espíritu Pampa (Cusco), Honccopampa (Ancash), Santa Rosa de Pucalá (Lambayeque), Inticancha (La Libertad), entre otros. Su tamaño y distribución interna de ornamentos varían en cada región.


    pampa y Pikillaqta. El origen de estas edificaciones está registrado desde los 650 a. C. aproximadamente, y el de los templos en forma de «D» presenta una posible filiación warpa desde el Periodo Intermedio Temprano, al menos con dos precedentes en el mismo Ayacucho, de acuerdo a Leoni (2000) y a Doi (2019). Todo ello sugiere que la concepción de estructurar un espacio de adoración con forma de «D» se habría gestado en diversos asentamientos tempranos de la época warpa y, más tarde, con el inicio del Horizonte Medio, fue incorporada al imperio como un aspecto de identidad religiosa en su fase expansiva. Con ello, no afirmamos que en los sitios de Pikillaqta y Wiracochapampa no se realizaban actos ceremoniales por la falta de estructuras en forma de «D», sino que estos actos estarían siendo oficializados en la parte central de los enclaves más importantes de la época, como es la plaza central (Sulca, 2019, p. 71).

    Rosas (2018) sostiene, partiendo de las investigaciones de Vizconde, López y Pérez (2018), que el diseño planificado de Wiracochapampa está dominado por tres componentes principales: cerco (o muralla), avenida y plaza. Dentro de esta ciudad se ubican espacios para palacios, residenciales, calles, actividades públicas y privadas, y administrativas. En contraposición, proponemos que la capital de Wari puede ser entendida como una ciudad orgánica, utilizando el concepto de Saarinen (1967) en el aspecto urbanístico y arquitectónico (y no necesariamente sociopolítico) de que una ciudad puede evolucionar no necesariamente como un compacto núcleo urbano, sino que puede transformarse gradualmente como un grupo o cuerpo de diversas comunidades y células separadas entre sí por diversos aspectos. Esto diferencia tangencialmente las ciudades de Wiracochapampa y Pikillaqta, que presentan una planificación y trama distintas. Además, están dotadas de una estructura geométrica de planta hipodámica o a modo de rejillas circunscritas por muros y murallas. Esta materialidad arquitectónica ha sido interpretada como el reflejo de una tendencia isodómica, es decir, aparejo regular o aparejo rectangular isódomo a un tipo de ensamble de un


    muro, en el que los sillares son de igual altura, la misma que la de las hiladas. Este tipo de construcción, en comparación con ciudades romanas, puede generar ámbitos nucleares y áreas de segregación (Bermejo, 2015); su naturaleza de imposición responde además a un principio regulador de patrones arquitectónicos de tipo político e ideológico, que refleja la implantación de un orden coercitivo por parte de un grupo social sobre otro, hecho que expresa una jerarquía normalizada.


    1. La capital Wari


      La ciudad de Wari fue construida hacia inicios del 600 d. C., en un área de 1,000 a 1,500 ha, desde donde se implantaría el nacimiento de un Estado y la planificación de una rápida expansión por casi todo los Andes peruanos.

      La traza de la capital Wari, reconstruida por levantamientos topográficos, fotografías aéreas y reconocimientos de campo, indica que no presentó una planificación previa. Ello pudo deberse probablemente al acelerado crecimiento urbano, a lo que los especialistas denominan ciudad orgánica —o, según Morris (1972), «urbanismo compulsivo»—. Esta es «generada a lo largo de un proceso histórico en el que no se ha podido aplicar un plan de diseño urbanístico unitario a lo largo del tiempo» (Bermejo, 2015, p. 12). Diversas construcciones amuralladas se observan en el espacio utilizado, las cuales cuentan con estructuras que cumplen múltiples funciones. En ese sentido, su trazo indicaría un crecimiento progresivo que se condicionó al relieve del terreno que, posiblemente, está conectado por una red de calles no tan visibles, debido al enterramiento del complejo (figura 1).

      Existen otros sitios menos explorados que tampoco son exclusivos de uso mortuorio. Estos son el sector denominado «palacio» de Uchpaqoto, que presenta una gran muralla rectangular que inte-


      riormente está subdividida por murallas menores. De la misma forma ubicamos el sector de Canterón, que se encuentra cercado por grandes muros; en su interior presenta estructuras distribuidas asi-métricamente. El palacio de Sullucruz se encuentra colindante con el sector de Canterón; contiene construcciones con trazado ortogonal; la unión entre estos dos sectores pareciera formar la cabeza de un ave mítica que está representada en diversas vasijas ceremoniales. Por otro lado, el sector de Robles Moqo presenta similares características de construcción al de Uchpaqoto; está rodeado por inmensas murallas hechas con piedras alargadas semicanteadas y unidas con mortero de barro (Sulca, 2019, p. 51). Esta tendría la silueta de una cabeza antropomorfa que también está representada en vasijas wari (Lumbreras, 2010). Este trazado con planta antropomorfa puede implicar una planificación de la arquitectura, tomando la forma de ciertos animales rituales o mitológicos3 (caso Cerro Baúl que, aparentemente, representa la silueta de un felino, figura 2), de manera similar a lo que realizaron los incas 400 años después en sitios como Cusco (trazado en forma de puma), Pisac (forma de colibrí), entre otros; y que evidencian un manejo del espacio que responde a un proceso de planificación evidenciado en esta disposición.


    2. Representaciones arquitectónicas y espaciales en cerámica modelada


      Los wari realizaron representaciones artísticas del espacio y la arquitectura hechas en cerámica modelada o escultórica, de lo que pudo haber sido la planificación arquitectónica hecha realidad o una representación posterior de ciertas edificaciones. Algunos tipos de representaciones nos remiten a diversos sistemas de concepción del espacio en sociedades pasadas, tales como edificios, plazas, templos,


  3. Para más información, véase Sulca (2019).


    palacios, viviendas domésticas, cámaras funerarias, entre otros, que nos brindan información de rasgos arquitectónicos (Pardo, 2011). La planificación pudo haber estado plasmada en cerámica modelada y representaciones de iconografía cerámica o textil, no siendo construidas a imagen y semejanza de las mismas, sino que estas pudieron haber sido modificadas al momento del levantamiento de la infraestructura en sí, dependiendo, entre otros factores, de las particularidades del terreno o la geografía (Uceda, 2011; Castillo, Cusicanqui y Mauricio, 2011; Canziani, 2011). La planificación de las edificaciones durante el Horizonte Medio se pudo haber dado en este contexto bajo una detallada organización social, política y económica. De una u otra manera, los arquitectos utilizaron medios físicos de representación del espacio y la arquitectura, elementos que se encuentran previamente registrados en los Andes desde épocas como Horizonte Temprano hasta la época inca en diversos medios y soportes, tales como cerámica, textiles, talla en piedra (Gartner, 1998).

    Canziani (2011, p. 37) afirma que «estas piezas constituyen una representación simbólica y ritual por la que se transmite la idea de espacios de orden ceremonial, político o de uso administrativo, incluso residencias de élite. Asimismo […] el artista observa y aprende los rasgos más significativos de la arquitectura, y en su proceso creativo, los interpreta de acuerdo a su propia sensibilidad y al contexto de su obra creativa». Ello hace pensar en que los artistas estarían reflejando más bien las imágenes de los edificios ya construidos. En cierta medida, tendría sentido, ya que los antiguos artistas plasmarían en la cerámica obras de gran importancia destinadas a un uso exclusivo de una determinada clase social; por otro lado, también está la posibilidad de que estas habrían sido hechas a modo de ilustraciones antes de las construcciones, siendo ambas hipótesis válidas.

    De la misma manera, Castillo, Cusicanqui y Mauricio (2011) y Canziani (2011) comparten reflexiones sobre las representaciones arquitectónicas. Así, aseguran que, por su realismo y detalles, estas nos transportan a construcciones de residencias o templos, e


    incluso a tumbas. Partiendo de ello, Castillo, Cusicanqui y Mauricio (2011, p. 115) plantean las siguientes interrogantes:


    […] ¿son acaso imágenes de los edificios que existieron en el pasado?,

    ¿son imágenes idealizadas, versiones mitológicas de un mundo fantástico o son, en realidad, símbolos o metáforas, quizás de la relación que se establecía, por un lado, entre el mundo construido de los edificios y los espacios que los rodean, del paisaje y el territorio? y, por otro, ¿fueron hechos por las personas que habitaron en ellos y a las que se les confi-rieron este tipo de artefactos durante alguna actividad ritual, como un entierro o un rito de iniciación?


    Si las imágenes ilustran edificios que existieron en la realidad, es decir, si son verdaderas representaciones, estas no podrían haber sido fotografiadas de la realidad, sino que habrían sufrido las distorsiones que, naturalmente, resultan de la valoración de las cosas, de su integración al mundo de valores e identidades muy distinto al nuestro. Es decir que, incluso si las representaciones intentaron retratar la realidad tal como las podemos documentar en los restos arqueológicos de pueblos y edificios, estas no serían exactas. La escala dependerá de la importancia, las paredes externas serán retiradas para representar lo que sucede en el interior de los cuartos, las alturas serán menguadas para ocupar menos espacio, se enfatizarán los espacios más sagrados sobre los que no son, etc.

    En efecto, si estas fueran representaciones de construcciones reales, no reflejarían las dimensiones exactas de los detalles que pueda involucrar a una edificación, debido a que, en el proceso de la elaboración de la infraestructura, la dimensión de los muros, los accesos, el tipo de techo, los módulos internos, etc., sufrirían diversos cambios en su proceso de ejecución. Entonces ¿qué propósito tendrían? Para Castillo et al. (2011, p. 117) representan simbólicamente la relación entre el individuo y el espacio.

    En el mismo Ayacucho se han hallado artefactos en cerámica que pueden ser considerados representaciones de lo construido du-


    rante el Horizonte Medio. De esta manera, se sugiere que existieron arquitectos wari que representaron sus construcciones en cerámica; como lo demuestran las evidencias encontradas en las excavaciones de Conchopata (Isbell, 2000) y Huanca Qasa (Doi, 2019). Si bien es cierto que hasta la fecha aún no se ha podido encontrar evidencias sobre la planificación y construcción de los enclaves wari de Wiracochapampa y Pikillaqta, los datos que se presentan aquí sugieren una planificación arquitectónica y espacial.

    La vasija encontrada en Conchopata por Isbell (2000) y restaurada por Mancilla en el 2008 nos hace pensar que se trataría de una estructura importante que albergó a algún personaje principal. Estructura totalmente cercada por un gran muro y presenta un solo acceso que da entrada a un patio de «espera»; está asociada a una edificación de tres niveles que cuenta con ventanas, y que fue deco-rada con diferentes colores y símbolos (chacanas y ejes verticales). El primer nivel cuenta con un solo acceso, en la parte media lleva a un largo pasaje que colinda a la derecha con doce espacios cuadrangulares y a la izquierda con trece espacios cuadrangulares, distribuidos en hileras; hacia el fondo del pasaje se nota un ambiente cuadrangular dividido en ambientes independientes (figura 3).

    Ochatoma y Cabrera (2010, p. 134) han propuesto que dicha representación estaría posiblemente ligada a un acto ceremonial a modo de ofrenda. En se sentido, los hallazgos recientes de barro y piedra sugieren que los constructores de edificios públicos y palacios pudieron haberse valido de estos modelos para diseñar y dirigir la construcción, siempre en cuanto estos objetos tan particulares no hayan tenido otras funciones simbólicas como parte del ajuar funerario, de una ofrenda o de un depósito votivo.

    Otra representación de arquitectura en cerámica es la que Doi (2019) identificó en las excavaciones realizadas en la comunidad de Trigopampa (periodo Warpa-Wari); se trata de una representación que muestra tres espacios, al parecer, domésticos de más de un nivel asociados, además, a un patio central (figura 4).


    Por último, aunque no se trata de una representación arquitectónica, la gran urna ubicada en el santuario de Pachacámac de estilo Pacheco, representa en parte de su iconografía cuatro construcciones de arquitectura de hasta tres niveles.4 Estas están asociadas a diversas plantas cultivadas tanto en la sierra como en la costa. Otra vasija del mismo estilo presenta iconografía de similares plantas debajo de su borde.5 La hipótesis que manejamos es que tales edificaciones corresponderían a colcas construidas en diversos centros administrativos, como Wiracochapampa y Pikillaqta, donde los vestigios de más de un piso posiblemente servían como puntos de almacenaje.


    1. Representaciones arquitectónicas y espaciales en iconografía textil


      Otras evidencias de planificación se pudieron haber dado en la simbología de los textiles wari, que sirvieron seguramente a modo de planos móviles. El análisis de algunas imágenes y una breve introducción nos harán reflexionar sobre este punto en particular.

      Las únicas fuentes informativas que se tienen sobre el registro de los textiles datan de la época inca, dejadas en crónicas por los españoles, las cuales jugaban un papel importante en el mundo del Tawantinsuyo.

      Para el caso de wari es aún mucho más complicado, teniendo en cuenta que no se tiene registro escrito alguno de los trabajos del hilado. Los tejidos wari son reconocidos por su importancia ico-


  4. Descubierta por Julio C. Tello en 1927. Hasta la fecha, Pacheco es el sitio más grande de fragmentos de cerámica identificados en los Andes Centrales para el horizonte medio.

  5. La vasija corresponde a la forma de un vaso o kero, el cual era utilizado posiblemente para contener bebidas utilizadas en diversos rituales. Para mayor información, véase Glowacki (2012, p. 147).


    nográfica, su aspecto estético y, sobre todo, su nivel técnico. Los diversos motivos que se encuentran en los telares wari reflejan innumerables ideas e ideogramas, de forma similar a un sistema logo-gráfico de escritura indirecta. «Los diversos símbolos se encuentran ordenados dentro de cuadros […] con una lógica y estructura que parecen reflejar la filosofía de un estado jerárquicamente autorita-rio» (Reid, 1984, p. 68). Algunos diseños podrían estar reflejando incluso regiones específicas del territorio; los motivos más frecuentes identificados en los textiles son los círculos, formas geométricas, líneas geométricas, verticales y horizontales entrecruzadas, y símbolos parecidos a letras del alfabeto árabe.

    Como menciona Gavazzi (2010, p. 35):


    […] los territorios andinos presentaban una relación intensa con su espacio geográfico que, además, habrían sido plasmados en diversos mantos o urdimbres. En tal sentido, la organización del espacio comprendería diversos elementos territoriales. Los tejidos pudieron haber sido elaborados […] como mapas geométricos y geográficos que expresan un modo de representar el espacio similar a un texto y aun código visual.


    Como indicamos, los textiles manufacturados durante el Horizonte Medio han sido poco estudiados en su contexto y significado. Bergh (2012) ha realizado estudios del tapiz textil wari y ha encontrado diversos motivos geométricos que se relacionan a la dualidad andina, a seres míticos, a personajes alados y una serie de distorsiones figurativas que van de la mano con el tipo de tejido y de color. Bergh está convencida de que la mayoría de estos objetos portátiles transmitían un mensaje, pues llevarían en sus colores códices ocultos e interpretarlos sería muy arriesgado debido a la austeridad figural de los patrones y el vago estudio de las mismas. Por otro lado, haciendo referencia a Frame, Bergh (2012) menciona que esta última sugiere que los colores en los textiles representan un código sistematizado y que los bloques de cuatro colores reflejan


    una división en cuatro partes, cuyo colectivo constituye una estructura de interacción humana en diferentes contextos o regiones. Una expresión de lo previamente señalado se constata en la organización dual de la sociedad inca al dividir a su sociedad bipartita en cuatro.

    «Tal hecho se estaría dando en los diseños plasmados de los textiles wari. El principio de dualidad, tripartición y cuatripartición siempre estuvo presente en las sociedades andinas; por ello, probablemente, Wiracochapampa y Pikillaqta están sumamente relacionados, las lagunas con los sitios, los apus con los mismos, etc.» (Sulca, 2019, p. 62). No obstante, siguen siendo especulativas las hipótesis en torno a la organización social wari.

    Es importante preguntarse por los posibles lugares donde estos planos simbólicos fueron confeccionados. Hasta la fecha, se desconoce los talleres wari donde se producían estos trabajos sumamente complejos. Debe destacarse que muchos de estos tejidos cuentan con variados estilos y técnicas de manufactura. En ese sentido, es posible pensar que la confección haya tenido lugar en diferentes centros del imperio, conformando una gran red de distribución.

    En un breve análisis, en el primer unku wari (figura 5) se observan ricos motivos geométricos que reflejarían las diversas kanchas wari o al clásico patrón ortogonal. De la misma manera, estarían muy bien organizadas y separadas por calles o avenidas, representadas, en este caso, por las franjas de color rojo. Esta hipótesis no escapa de la realidad, en cuanto un textil presenta en su trama un posible conjunto de grandes paredes (figura 6). Ello nos estaría transportando a las construcciones de Pikillaqta y Wiracochapampa: en esta se identifica un gran marco cuadrangular central que, en su interior, presentaría diversas kanchas con patios centrales. Como menciona C. Williams (2001), quien no concibe la planificación de Pikillaqta sin los instrumentos como los planos, estos modelos se habrían plasmado en los textiles, proceso que los urbanistas llaman

    «conceptualización». En ese sentido, los wari podían considerarse


    innovadores en la historia del urbanismo andino. Desde esta perspectiva, C. Williams (2008) sostiene que, aparte de las obras de arquitectura hechas en cerámica, los wari reflejaron modelos extraordinarios en los textiles, los que acompañan todo el proceso cultural de esta sociedad. Sin embargo, aún queda mucho por estudiar.

    Volviendo a la hipótesis de las representaciones arquitectónicas y la iconografía plasmada en los textiles —maquetas simbólicas,6 según la denominación de Protzen (2011)—, estas simbolizarían una concepción del espacio difundida con el Estado y la expansión del imperio Wari, puesto que serían medios de soporte como una especie de mapas o «planos», donde los arquitectos wari y sus artesanos plasmaban las representaciones de sus espacios arquitectónicos.


    1. El quipu wari. ¿Fuente de planificación urbana?


      Los estudios arqueológicos han ubicado y privilegiado a los quipus, temporalmente, en lo que respecta al período Horizonte Tardío, de donde es extendido el conocimiento que «en los quipus se llevaban registros de censos, el tributo tasado y ejecutado, los bienes almacenados en los depósitos incas, periodicidades astronó-micas y cálculos calendáricos, genealogías regias, acontecimientos históricos y así sucesivamente» (Urton, 2013, pp. 89-90).

      El imperio Wari, como el inca, manejó un sistema político que integró diversas sociedades a lo largo de los Andes centrales, cuya capital se encontraba en Ayacucho. Esta centralidad wari debió contar con diversos registros, tanto administrativos como políticos, que posiblemente también se codificaban y guardaban en soportes como los quipus. Al igual que la capital, los diversos centros admi-



  6. Protzen (2011, p. 93) menciona que todo sistema de escritura usa un sistema de símbolos (que pueden ser ideogramas, logogramas o alfabetos); de esta forma, el texto que describe una construcción es una maqueta simbólica.


    nistrativos secundarios contarían con estos complejos sistemas de almacenamiento de datos, donde se acumulaba información que era reportada hacia su capital.

    La sociedad wari experimentó la necesidad de gestionar y supervisar los recursos del Estado, que incluían los censos y otros asuntos relacionados con poblaciones conquistadas, reclutamiento laboral y militar, almacenamiento y la redistribución de bienes estatales (Schreiber, 1992, p. 29). Entonces, ¿cómo se vería plasmada la planificación urbana en el Horizonte Medio a partir de los quipus? Conklin (2011) contempla al quipu wari como una herramienta mnemotécnica, subrayando que su confección tuvo la intención de transmitir información, con lo que se volvería, de esta manera, en un instrumento de convención de signos. No obstante, se debe tener presente que, a diferencia de los incas, los quipus waris no cuentan con una estructura de nudos; por lo contrario, presentan nudos simples o largos. Por su parte, Brokaw (2010, p. 90) postula que existió una relación semiótica que permitía la convergencia y el diálogo entre estructuras arquitectónicas, estas son la yupana y el quipu huari.

    Hasta la fecha no se ha podido comprobar el uso del quipu en las planificaciones urbanas wari, pero se colige que esta herramienta indispensable formó parte de esa cadena de información que los quipucamayoc utilizaron como fuente de recepción y acumulación de datos que, incluso, portaban sistemas de códigos de construcción. Entonces, tal como están plasmados en la reconstrucción iconográfica de los fragmentos de estilo Chakipampa7 (figura 7), existieron especialistas y arquitectos que conocían esta herramienta al momento de la ejecución de grandes obras durante la expansión wari.


  7. Por ejemplo, aludimos a la reconstrucción iconográfica de quipucamayoc portando quipus de fragmentos de cerámica del estilo Chakipampa, que fueron hallados al interior del recinto en forma de «D» ubicado en el sitio arqueológico de Conchopata en Huamanga-Ayacucho, producto de las excavaciones de José Ochatoma y Martha Cabrera en 1997. Para mayor informe, véase Mancilla (2012, p. 104).


    1. Análisis comparativos entre Wiracochapampa y Pikillaqta


      Como hemos mencionado a lo largo del presente trabajo, las edificaciones de Wiracochapampa y Pikillaqta presentan una trama similar, siendo la primera de menor dimensión que la segunda. El análisis espacial que proponemos para ambos sitios tiene como objetivo entender la organización espacial, tanto de carácter público como privado, su forma y su dinámica. Por ejemplo, los sitios de Pikillaqta y Wiracochapampa presentan un elemento central que consiste en una plaza y la mayor cantidad de estructuras que se encuentran en el conjunto están agrupadas alrededor de esta (McEwan, 1992).

      Partiendo de la forma cuadrangular de los sitios típicos para las construcciones de la época wari, los arquitectos de turno tenían en mente qué construcciones iban a realizar. Las estructuras presentan calles internas, estrechas y controladas; de esta forma pretendían representar una arquitectura de carácter restrictivo que controlaba la visibilidad y regulaba el tránsito de habitantes y visitantes. Cabe señalar que los residentes y visitantes debían conocer perfectamente todo el conjunto, de lo contrario entrarían en un laberinto sin salida, debido al complejo sistema vial interno existente.

      En ambas estructuras se observa la construcción de paredes altas que, incluso, llegan medir hasta 12 m de alto. Están equipadas por filas de piedras o hileras de pequeños hoyos, los cuales, se asume, son soportes para pisos superiores, para Pikillaqta hasta 3 pisos y Wiracochapampa 2 pisos (C. Williams, 2001). Otra característica singular de estos sitios es que las edificaciones no cuentan o presentan pocas ventanas, por lo que el interior es un espacio totalmente oscuro.

      Desde la metodología de Gutiérrez (2012, p. 154), proponemos que las kanchas ubicadas en ambas alas del componente central (plaza) corresponderían a «unidades modulares complejas estructuradas en torno a un patio». Los módulos se disponen en torno a un


      patio completamente rodeado de volúmenes construidos. Este tipo de estructuras es muy cerrado al exterior y con ausencia o escasez de ventanas, el único acceso de ingreso del umbral es la puerta y el patio central. Este tipo de estructuras presenta un carácter privado, teniendo el patio como un ente controlador. Desde esta perspectiva, las kanchas identificadas en Pikillaqta y Wiracochapampa se ubican en el centro de todo el complejo, por lo que son las más importantes en jerarquía, desde donde se controlaban aspectos sociales, económicos, políticos y rituales; cabe destacar que gran parte de las estructuras de 2 y 3 niveles se ubicaban allí, cuyos excedentes posiblemente eran almacenados y distribuidos por los gobernantes a diferentes sectores de los complejos y quizá hacia la misma capital Wari. Entonces, el modelo arquitectónico implantado por los wari subyace a la propuesta de Glassle, denominada «competencia arqui-tectónica», que consiste en marcar un conjunto de reglas normativas acerca de cómo se debe llevar a cabo la construcción, donde un edificio «nativo» reproduce un patrón conocido, previamente aceptado por su medio (Hillier, 2015).

      La construcción tanto de Pikillaqta como de Wiracochapampa debió, en primer lugar, adaptarse a un espacio geográfico. En el primer caso, se adaptó a superficies irregulares del terreno (figura 14); y en el segundo (figura 15), a una superficie regularmente plana, como se aprecia en el modelo de elevación obtenido por el levantamiento aereofotogramétrico. A pesar de las diferencias en la topografía en ambos casos, la configuración espacial y arquitectónica de los asentamientos responde a un mismo criterio regulador y ordenador, tal como se puede observar en la comparación de los modelos de elevación del terreno donde se encuentran los sitios. De este modo, los espacios estuvieron estructurados, vinculados y ordenados directamente con la conducta humana que, a su vez, es ordenada por el espacio construido (Hillier, 2015).

      Para los casos de Wiracochapampa y Pikillaqta, un elemento arquitectónico que no escapa a la vista son las construcciones de


      pequeños salones, en cuya parte interna se encuentran ventanas y hornacinas. La ventana encierra un determinado paisaje y las hornacinas elementos de uso ceremonial. Esto sugiere que estos elementos pueden tener su origen en la materialización del paisaje y del culto a los muertos, lo que se refleja en los objetos sagrados (Gavazzi, 2010). Este tipo de técnica debió de transmitirse como modelo base desde la capital Wari o quizá desde Marcahuamachuco, donde se observan grandes hornacinas asociadas a espacios de adoración, como es el caso del sector de Vegachayuq Moqo en la capital Wari, en cuyo interior se identificaron restos óseos que correspondían a entierros secundarios (Gonzales, 1996).

      Las estructuras de tipo «E»,8 según las denomina McEwan (1992, 2005) en Pikillaqta, cumplieron posiblemente las funciones ceremoniales. Estas presentan nichos internos de diferentes formas; asimismo, tienen las esquinas internas redondeadas, las que, al parecer, son características propias de espacios ceremoniales. Debajo del piso enlucido de estos salones se encontraron diversas ofrendas, como cráneos humanos, como ocurrió de manera similar en los salones con presencia de nichos internos en Wiracochapampa, registrados por J. Topic y T. Topic (1983).

      Cabe destacar que, en el análisis estructural de Pikillaqta, se determinó que el inicio del proyecto comenzó con la construcción de estructuras de paredes por todo el perímetro, que sirvieron como límites entre estructuras y calles. La edificación debió contar con un plan detallado para determinar diversas características arquitectónicas, como los canales subterráneos, así como la ubicación de los espacios más importantes (McEwan, 1991). Lo mismo debió de ocurrir para el caso de Wiracochapampa: los trabajos de edificación se realizaron igualmente desde el exterior hacia el interior. Esta hipótesis es respaldada por el estudio de la arquitectura realizado por Schreiber (1978), que identifica cuatro pasos de


  8. Para mayor referencia, véase McEwan (2005, pp. 21-25).


    construcción para los establecimientos wari: a) diseño previo a la construcción, b) cimientos, c) construcción de muros y d) acabado de interiores.

    Pikillaqta y Wiracochapampa pueden ser, entonces, comprendidos como dispositivos administrativos para el gobierno del imperio. Algunos espacios pudieron estar destinados para viviendas de los muertos. Este significado pudo permitir a los wari demostrar ante la población local creencias justificadas y, de esta forma, llevar el control para su propio beneficio (McEwan y Williams, 2012). Por otra parte, J. Topic y T. Topic (2000) y McEwan (1991, 1992, 2005) concuerdan en que en ambos sitios no hubo almacenaje a gran escala, ya que no existen depósitos de excedentes propiciados por el Estado. Creemos, al igual que C. Williams (2001), que los ambientes donde se almacenaban los excedentes estuvieron ubicados en los pisos superiores (segundo como tercer nivel), esta hipótesis también es respaldada por Canziani (2009, 2012).


    1. Sintaxis espacial en Wiracochapampa y Pikillaqta


    Se entiende por sintaxis espacial al conjunto de técnicas analíticas del espacio asociadas a un marco teórico, según fue propuesto por Hillier y Hanson (1984). Los autores presentan una teoría sobre la organización del espacio y su significado social, argumentando que los distintos escenarios espaciales —ya sean pueblos, ciudades o edificios— presentan propiedades espaciales que influyen en la forma de interacción entre sus habitantes. Hillier (2015), asimismo, menciona que la función del diseño arquitectónico es el proceso de construcción que implica la creación de una representación, que puede llegar a pronosticar el comportamiento de todo el componente arquitectónico. Luego de la edificación, los ejecutores de la misma tendrán la obligación de ver cómo funcionará tanto en su forma y espacio, ello se definirá experimentando su uso correspon-


    diente. Se puede deducir entonces que la sintaxis espacial tiene propósitos principales como descubrir la configuración del espacio y la forma de las construcciones, desde donde se trasmite la cultura mediante el comportamiento que sus habitantes generen en su interior. Tomando en cuenta la metodología empleada por Gutiérrez (2012), quien propone un análisis de arquitectura en espacios arqueológicos en Europa,9 propondremos para nuestro caso un análisis comparativo de ambos asentamientos estudiados, partiendo de dos categorías que generaron su construcción: 1) La primera es la morfológica, que se ocupa de la forma y disposición del espacio. En este caso, tomamos en cuenta la disposición de espacios relacionados. 2) La segunda categoría se refiere al aspecto sintáctico, que analiza el espacio y las distintas prácticas que se desarrollaron según la jerarquía social dentro de las mismas. Por último, para poder finalizar debidamente este análisis es necesario aplicar la categoría semiótica, la cual analiza las diversas expresiones sociales, que implica el estudio necesario del registro arqueológico para determinar su funcionalidad, uso residencial, doméstico, ceremonial y/o público. Esta se debe realizar únicamente con excavaciones arqueológicas,

    las mismas que no aplicamos en la presente investigación.

    En esta investigación haremos el intento de aplicar las dos categorías iniciales de análisis, la primera morfológica y la segunda sintáctica espacial. En el análisis morfológico agrupamos los espacios por sus características formales en ambas ciudades, para realizar la comparación y homologación de espacios. La homologación tiene como objetivo buscar la comparación de una cosa con otra, por tener ambas en común características referidas a su naturaleza, función o clase. De esta manera proponemos una aproximación a la comparación de espacios por sus características formales. En este caso, agrupamos las áreas de acuerdo a su morfología y diseño espacial con un polígono y un color determinado, teniendo como


  9. Para mayor información, véase Gutiérrez (2012, p. 140).


resultado el siguiente análisis tanto en Wiracochapampa (figura 8) como en Pikillaqta (figura 9).

Análisis morfológico espacial en Wiracochapampa. La escala de colores determina los siguientes espacios: a) área central del espacio arquitectónico determinada por la plaza y estructuras adyacentes (naranja); b) área residencial de primer orden al norte de la plaza central (verde claro); c) área residencial de primer orden al sur de la plaza central (celeste); d) áreas residenciales no permanentes de segundo orden separadas del área central, con espacios sin concluir y posible plaza adyacente (morado claro); e) áreas con edificaciones inconclusas sin actividad definida (morado oscuro); y

(f) área con escasas construcciones con función no determinada, esta área se encuentra definida por una calle y un perímetro externo (verde oscuro).

Del análisis morfológico realizado anteriormente y tomando como base a Wiracochapampa, se sugiere que ambos sitios fueron realizados bajo un mismo esquema arquitectónico o patrón. De manera que existen elementos para realizar una homologación espacial entre ambos sitios, los cuales presentan exactamente la misma distribución de espacios y funciones formales, por lo menos en los espacios cuya construcción lograron culminar. De esta manera, en Pikillaqta las áreas denominadas «e» (área con estructuras no definidas) y «f» (unidades habitacionales) presentan la misma forma y diseño que las áreas «e» y «f» en Wiracochapampa, con la diferencia de que en este último sitio las construcciones de las estructuras internas de estos sectores no fueron concluidas por razones aún no completamente esclarecidas. De esta manera podemos afirmar que existe un mismo modelo de distribución del espacio arquitectónico en ambos sitios, con diferencias en la cantidad de estructuras finalizadas y la distribución de la traza del sistema vial dentro de cada sitio.

Este análisis se complementa con la segunda categoría propuesta, como es la sintáctica espacial. De esta manera se analizó la distribución de accesos y circulación tanto externa (acceso y salidas)


como interna del sitio, a partir de la sistematización de la conexión de sus espacios en una ortofoto, de la cual se obtuvo un diagrama; este nos brindó información para la interpretación de su sistema espacial, posiblemente regulado por el imperio, su cosmovisión y orden del mundo materializados arquitectónicamente en estos asentamientos. En este sentido, observamos, luego del análisis de sintaxis en Wiracochapampa (figura 10) y Pikillaqta (figura 11), que ambos sitios establecen la presencia de un orden jerárquico a partir de un centro simbólico en cada sitio, el mismo que presenta una alta cantidad de restricciones y controles de ingreso, pero que a la vez están articulados con todas las áreas de los sitios, estableciendo una distribución cuatripartita, como se puede observar en los diagramas de análisis sintáctico.

La distribución espacial wari presenta una correlación directa con la distribución arquitectónica y con la concepción del espacio andino. Dicha distribución se observa de una manera estilizada y sofisticada hacia el Horizonte Tardío por los incas. En este caso, los incas impusieron estructuras centrales en sus asentamientos capitales de provincia para dirigir actividades importantes del calendario estatal, en donde se construían rasgos arquitectónicos como plazas y plataformas, o ushnus (Staller, 2008). Estos rasgos están asociados a un reacomodo y resignificación del mundo, un axis mundi desde donde se rendía culto a las divinidades imperiales y deidades regionales o locales como el Rayo, el Trueno, de acuerdo a sus estrategias locales y regionales de dominación y conquista (Pino, 2010; Ramón, 2014; Hurtado, 2020). La monumentalidad de las plataformas no se observaba en la misma ciudad del Cusco, pero sí en lugares provinciales de territorios conquistados, tales como Vilcashuaman, Hua-nucopampa, Choquerecuay y Pumpu, en donde el lugar elegido no representa necesariamente el centro geográfico, sino el elemento central-funcional al concepto impuesto (Aguilar, 2019).

Pensar el lugar del asentamiento implica también un lugar privilegiado en el paisaje religioso y sagrado. Verbigracia, los incas ele-


gían lugares en relación a su lugar geográfico y sagrado, la elección de Wiracochapampa debió estar asociada al lugar sacro de una divinidad mayor, asociada al culto a Catequil, deidad importante jerárquicamente para las sociedades en la sierra norte desde Huamachuco hasta Cajamarca. El lugar sagrado implica un lugar de conexión con lo ancestral (Kaulicke, 2008), y en la sociedad wari hubo un culto formal a los ancestros, que se observa en diferentes lugares en el culto y construcción de diferentes tipos de chullpas como los casos representativos de Willcawain (Paredes, Quintana y Linares, 2001), Castillo de Huarmey en Ancash (Giersz, 2017), Cerro Amaru en Huamachuco (Topic, 1991), Espíritu Pampa en el Cusco (Fonseca, 2011), y Monqachayuc (Pérez, 2001; Ochatoma y Cabrera, 2019) en la misma ciudad de Wari. En esta época, tanto la capital como los enclaves de Wiracochapampa y Pikillaqta están relacionados con las hondonadas, montañas, la lluvia y los ríos, que grafican la yuxta-posición cerro-centro ceremonial, siendo regularmente notorias las construcciones de plataformas encima de espolones o en cumbres, la cual expone un carácter de dualidad.

Al observar el diagrama sintáctico en Wiracochapampa tenemos que: el ingreso a la ciudad conducía a una gran plaza a través del enlace 1. El enlace 1 conducía a las estructuras de poder desde donde se accedía al enlace 2, el mismo que solo tiene un acceso y una salida formando una especie de «cuello de botella», por donde todo individuo estaba obligado a transitar. Desde aquí se accedía al enlace 3, cuya salida estaba dirigida hacia los enlaces 8 y estos a su vez se podían enlazar a los espacios 7, ambos hacia los ejes oeste y este del espacio central 5. Desde el enlace 3 se podía acceder al enlace 4 y continuamente al enlace 5, que consiste en la gran plaza central. Desde este último punto se accedía al enlace 6, para luego acceder al enlace 9, espacio inconcluso desde donde no hay conexión a otro enlace y todo control de acceso se realiza únicamente desde el sector residencial de primer orden denominado enlace 6. Desde la gran plaza se accedía a los enlaces 7, sectores residenciales


que hacia el norte se conectaban con el enlace 10, el mismo que también presenta evidencias arquitectónicas inconclusas.

Para el caso de Pikillaqta la distribución sintáctica espacial es en esencia la misma, con la diferencia de que gran parte de los espacios aquí están concluidos. En este caso, de acuerdo al diagrama, se accede al sitio por el enlace 1, correspondiente a una gran plaza donde se accede a unas estructuras cuadrangulares. Desde aquí se accede al enlace 2, que constituye el «cuello de botella» al sitio o único acceso totalmente restringido o de control. Desde aquí se accede al enlace 3, compuesto por estructuras rectangulares desde donde se puede acceder a los enlaces 8 (sureste y noroeste) y al enlace 4 (norte). Desde donde se accede a la plaza central o enlace

5. Desde este lugar se accede al enlace 6 (noreste) y a los enlaces 7. Desde el enlace 6 se accede al enlace 10, que está conectado con los enlaces 9 y el enlace 11. Este último constituye el único ingreso al gran sector de estructuras cuadrangulares de función aún no determinada. Desde el enlace 7 se comunica con una línea troncal central que corre de sur a norte, desde donde se puede comunicar con los enlaces 12 (áreas residenciales), el enlace 13 (área doméstica) y el enlace 15 (área doméstica periférica). De manera general, la circulación de las vías dentro del sitio es altamente restringida y la comunicación espacial responde, en ambos casos, al mismo patrón regulador urbanístico.

Finalmente, se analizó el sistema vial interno para el caso de Wiracochapampa y Pikillaqta; en ambos sitios de manera preliminar, pues todavía es necesario continuar definiendo accesos, vías y calles. Para realizar el análisis del sistema vial wari en Wiracochapampa y Pikillaqta se tomó como base el criterio de clasificación vial de Ambrosio et al. (2014), el cual consta de una clasificación de vías por jerarquías establecidas por la funcionalidad, espaciamiento y las características físicas de los tipos de vía. De esta manera se establecieron 4 categorías de vías dentro de los sitios: vías expresas, vías arteriales, vías conectoras y vías locales.


Las vías principales, o de primer orden, establecen la relación entre sistemas interurbanos y sirven para el tránsito de paso entre zonas distantes entre sí y no necesariamente para detenerse o asentarse en este tipo de vías. En ese sentido, las vías arteriales permiten el tránsito con fluidez media o alta, deben estar integradas con un sistema de vías expresas o de primer orden y deben permitir una repartición de la circulación con las vías conectoras y las vías locales. Por su parte, las vías conectoras funcionan para llevar el trán-

sito de las vías locales a las vías arteriales, y en algunos casos a las vías expresas o de primer orden. Luego, las vías locales funcionan principalmente para proveer acceso a los predios o unidades arquitectónicas, fluyendo únicamente su tránsito propio generado tanto de ingreso como de salidas. Estas vías también reciben el nombre de calles.

En el caso de Wiracochapampa tenemos un total de 3 vías expresas o de primer orden que transcurren de sur a norte, articuladas con un sistema vial mayor (posiblemente una red vial wari). Estas se interconectan internamente con 3 vías arteriales o de segundo orden que transcurren de este a oeste. Asimismo, se observa un total de 25 vías conectoras que interconectan las diversas calles locales con el acceso a cada una de las unidades arquitectónicas o predios. Las vías locales aún deben seguir siendo definidas a partir de limpiezas, restauraciones o excavaciones arqueológicas en el sitio (figura 12).

Para el caso de Pikillaqta tenemos igualmente un total de 3 vías expresas de sur a norte, articuladas con un sistema vial mayor e interconectadas internamente con 3 vías arteriales que transcurren de este a oeste. Se observan, asimismo, un total de 15 vías conectoras que no están articuladas con las vías arteriales, pero sí con la totalidad de las vías o calles locales (figura 13).

Aunque las vías de primer y segundo orden presentan niveles de comparación en el número de las mismas, estas no se encuentran emplazadas de la misma manera en los sitios analizados. Sin embar-


go, las vías conectoras y locales presentan distribuciones totalmente diferentes, tanto en distribución como en planeamiento, por lo que no se encontró una uniformidad en la distribución de su trazado interno en ambos casos.


Comentarios finales


1.- El proceso expansivo del estado imperial Wari produjo un conjunto de cambios en la planificación y construcción de asentamientos en diferentes espacios geográficos, como parte de su estrategia de dominio y sometimiento para el acceso de un conjunto de recursos. Pikillaqta y Wiracochapampa constituyen ejemplos claros de la política expansionista que pudo haberse producido no solo a través de la violencia, sino a través de pactos y alianzas comerciales que incluyeron el tráfico de bienes como la obsidiana y el cobre procedente de Sicuani (Cusco).

2.- El entorno medioambiental y la geomorfología de las áreas ocupadas por Pikillaqta y Wiracochapampa demuestran que la elección para su ocupación se hizo tomando en cuenta ciertas características del paisaje natural, tales como la existencia de lagunas y cerros sacralizados, acceso para el desarrollo de actividades astro-nómicas y ceremoniales manejando con claridad el espacio sagrado y el profano.

3.- A través del análisis de homologación espacial realizado en Wiracochapampa y Pikillaqta se ha comprobado que el trazo del diseño general es en esencia el mismo en ambos casos, por lo que es probable que los arquitectos wari utilizaron algún tipo de representación arquitectónica y del espacio, posiblemente una maqueta para replicarlo en el terreno previsto. Las similitudes arquitectónicas de la distribución y uso del espacio nos llevan a proponer que las construcciones de estos dos centros wari habrían sido dirigidas por un grupo de arquitectos procedentes de la capital.


4.- Las diversas representaciones arquitectónicas como modelaciones en cerámica, textiles y la propuesta de información de planificación en los quipus, son instrumentos directos que los wari habrían utilizado en cada espacio arquitectónico edificado en gran parte de los Andes centrales. Los sitios primarios y secundarios tuvieron que contar con un estudio previo del levantamiento estructural jerarquizado, que habría estado plasmado en diversos objetos, nada pudo haberse realizado de forma casual, sin ninguna planificación urbana, así se demuestra en los vestigios que hasta hoy existen para el Horizonte Medio.

5.- El análisis sintáctico espacial de las estructuras de Pikillaqta y Wiracochapampa han demostrado que la arquitectura del diseño tuvo como finalidad establecer una diferenciación social marcada, con ambientes de uso y función diferenciados. Esto se aprecia en la existencia de ambientes principales ubicados en la parte central, que correspondería al palacio con accesos restringidos asociados a almacenes y patios o kanchas y otros ambientes de uso doméstico con accesos igualmente controlados, ocupados probablemente por la servidumbre.

6.- La nueva concepción del urbanismo, originado en el Horizonte Medio, trajo consigo cambios en las formas de la estructura arquitectónica en gran parte del área andina. Sitios como Pikillaqta, Wiracochapampa, Azángaro, Jincamoqo e Inticancha fueron producto de la organización y planificación del imperio.

7.- Los sitios de Wari, Wiracochapampa y Pikillaqta demuestran, según el análisis de las ortofotos, que fueron construidos en terrenos irregulares; el espacio accidentado no fue impedimento para que los arquitectos edificaran estructuras de diversas funciones y estén en armonía con los distintos relieves topográficos de sus zonas. 8.- Frente a las propuestas que cuestionan la existencia de ciudades, basadas en la inestabilidad poblacional y la falta de presencia de unidades domésticas, proponemos que el origen de la ciudad en los Andes tuvo un proceso y una concepción propia, que no necesa-


riamente es equiparable con la concepción de ciudades occidentales. El mundo andino parte de una ontología originaria que se desarrolla en su propia experiencia del mundo, sus propios recursos, su tecnología y su particular manejo del espacio.


Conflicto de intereses


El autor declara no tener conflicto de intereses.


Copyright


2022, el autor.

Este artículo es de acceso abierto, distribuido bajo los términos y condiciones de la licencia de Creative Commons (CC BY) (https://creativecommons. org/licenses/by/4.0/).



FIGURA 1. Ortofoto de elevación de la ciudad de Wari, nótese que el color naranja en la imagen representa la parte más elevada del terreno, el color turquesa la parte media y la azul la parte más baja. Esta imagen demuestra que la capital fue construida sobre un terreno irregular. Fuente: Proyecto Arqueológico San José de Moro (2018).




FIGURA 2. Sitio arqueológico de Cerro Baúl, a primera impresión la edificación arquitectónica tendría la silueta de un felino con la cabeza hacia el lado sureste (ubicado dentro del círculo rojo) y el cuerpo al noroeste. Fuente: Williams Patrick y Johny Isla (2002).



FIGURA 3. Vista frontal de representación arquitectónica modelada en arcilla, donde se observa la organización espacial de la planificación wari. Fuente: Ochatoma y Cabrera (2010). Restaurado por Carlos Mancilla.



FIGURA 4. Representación arquitectónica modelada en arcilla de época transicio-nal Warpa-Wari, hallada en el sitio arqueológico de Huanca Qasa, por Masaki, 2019, expuesta en el Museo Regional de Ayacucho. Fuente: Archivo personal.


FIGURA 5. Túnica con representaciones geométricas que podrían estar aludiendo a pasajes internos colindantes a espacios modulares. Fuente: Susan Bergh (2012).


FIGURA 6. Túnica con decoración de figuras geométricas y zoomorfas, nótese la representación cuadrangular en cuyo interior se observan figuras tridimensionales. Fuente: Jean-Pierre Protzen (2011).


FIGURA 7. Reconstrucción iconográfica proveniente de cerámica del estilo Chakipampa, donde se representa a quipucamayocs waris portando quipus de cinco cuerdas y vistiendo atuendos particulares. Fuente: Carlos Mancilla (2012).


FIGURA 8. Propuesta de análisis morfológico para el sitio de Wiracochapampa, superpuesto a imagen satelital. Fuente: Diagramación, Nery Rojas (2019).




FIGURA 9. Propuesta de análisis morfológico para el sitio de Pikillaqta, superpuesto a imagen satelital. Fuente: Diagramación, Nery Rojas (2019).



FIGURA 10. Propuesta del diagrama sintáctico en Wiracochapampa con base de ortofoto, realizada por el Proyecto Arqueológico San José de Moro, 2018. Fuente: Diagramación, Nery Rojas (2019).


FIGURA 11. Propuesta del diagrama sintáctico en Pikillaqta con base de ortofoto, realizada por el Proyecto Arqueológico San José de Moro, 2018. Fuente: Diagramación, Nery Rojas (2019).





FIGURA 12. Propuesta de sistema vial sobre imagen satelital en Wiracochapampa. Fuente: Diagramación, Nery Rojas (2019).


FIGURA 13. Propuesta de sistema vial sobre imagen satelital en Pikillaqta. Fuente: Diagramación, Nery Rojas (2019).




FIGURA 14. Ortofoto de elevación del sitio de Pikillaqta. Nótese la parte de color rojo y amarillo, indican que las estructuras ubicadas en este sector fueron construidas en la parte más elevada del terreno; y la celeste y azul, respectivamente, se ubican en la parte más plana del terreno. Fuente: Proyecto Arqueológico San José de Moro (2018).



FIGURA 15. Ortofoto de elevación del sitio de Wiracochapampa. Gran parte de la construcción del sitio se ubica en una zona relativamente plana, indicadas de color celeste y azul; tan solo una pequeña proporción de las construcciones, ubicada al sureste del patio central, se halla en una ligera elevación. Fuente: Proyecto Arqueológico San José de Moro (2018).


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Fecha de recepción: 4 de abril de 2022. Fecha de evaluación: 2 de mayo de 2022. Fecha de aceptación: 13 de mayo de 2022. Fecha de publicación: 30 de mayo de 2022.


Agradecimientos


Agradecer a Arturo Cruz Barreto, quien amablemente apoyó en el reconocimiento de campo en mi visita al sitio de Wiracochapampa en Huama-chuco-La Libertad y sitios aledaños en la zona; y a la Lic. Yolanda Cuba Mu-ñiz, quien me brindó información relevante sobre Pikillaqta, en mi estancia en Cusco. A Javier Rojas por su valioso aporte en la diagramación de algunas imágenes presentes en este trabajo y a Hernán Hurtado por la revisión del presente artículo.