Resumen
La educación de los jóvenes siempre ha sido un reto frente al cual, cada cultura y en cada momento de la historia, la humanidad ha necesitado detenerse y reflexionar para poder cumplir mejor su misión. Para san Basilio, obispo de Cesarea durante el siglo IV d. C., la pregunta sobre cómo educar y ayudar a que los jóvenes se encuentren con el Evangelio, constituyó un reto inmenso, al que quiso responder. Alrededor del año 370 d. C. san Basilio escribe su obra Ad adolescentes, en ella busca aconsejar a los jóvenes para ayudarlos a cultivarse mejor. En esta obra Basilio les recuerda a los jóvenes a los que escribe cuál es la finalidad de la educación, y teniendo en cuenta dicha finalidad cuál es el camino a recorrer. Para el padre capadocio el fin último de la educación tiene íntima relación con la «preparación de la otra vida» (II, 2). Ante dicho reto, la necesidad de seguir un proceso que «entrene el ojo del alma» (II, 7) y que ayude al «cuidado del alma» (II, 8) para que «la doctrina del bien quede imborrable» (II, 9) se presenta como un camino muy importante a recorrer. San Basilio presenta una vía que supone un intento de diálogo entre la paideia griega y el cristianismo, y que implica buscar en las enseñanzas de los autores clásicos todo aquello que ayude a la perfección del alma y a lograr la virtud. Mientras algunos padres rechazaron la posibilidad de dialogar con la cultura y la filosofía clásica, Basilio propone buscar en ella y aprovecharla en todo lo que pueda ser útil para la educación de los jóvenes. Frente a los retos que el mundo de hoy plantea a los educadores, Basilio de Cesarea ayuda a reflexionar sobre la importancia de tener muy claro el fin último de la educación, la necesidad de velar por el cuidado del alma de cada uno de los jóvenes a los que ayudamos en su formación, así como de la importancia del camino de la virtud.

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